Wednesday, November 30, 2005

Grupo Colina: El principio del fin

“Por eso le digo, lo que la prensa y los políticos llaman Grupo Colina no era un grupo de militares locos que actuaban por su cuenta y hacían lo que querían. Si hubiese sido así, entonces, de inmediato habrían dado de baja y encerrado a todos. Si no lo hicieron, si se opusieron a las investigaciones y al final dieron una ley de amnistía es porque ellos, Fujimori, Montesinos y Hermoza, tomaban las decisiones. No se puede hacer una guerra si no hay decisión política, más aún cuando se trata de una guerra clandestina”.

Santiago Martin Rivas (Jefe del Grupo COLINA) / Libro Ojo por ojo (Página 150)

Escribe: Garabombo

"Como ex oficial del Ejército, rechazo la acusación", exclamó el ladrón y asesino Vladimiro Montesinos Torres, a su vez Santiago Martin Rivas afirmaba indignado: “Estas acusaciones vulneran todos mis derechos, voy a probar mi inocencia”, tras escuchar la aceptación de culpa de los tres agentes del desarticulado comando paramilitar COLINA, grupo que se hizo “célebre” por perpetrar las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta a inicios de la dictadura fujimorista. Esta acusación es fundamental para que lo miserables que no respetaron la vida de muchos peruanos, tengan hoy un castigo merecido.

Efectivamente, Julio Chuqui Aguirre, Manuel Flores Alván e Isaac Paquiyauri Huaytalla, ex integrantes del grupo COLINA, describieron ante la justicia las operaciones ilegales de la banda que surgió en el seno del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), y cuya existencia hasta ahora niegan sus fundadores y la mayoría de sus miembros.

Al admitir su participación en los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, además de brindar información fundamental a los jueces para desenmascarar a los miembros de COLINA y del resto de asesinatos que cometieron. Estos ex paramilitares, se acogieron a la figura penal de la sentencia anticipada, por lo cual, la Fiscalía ordenó para ellos una condena de ocho años de cárcel.

Ahora Chuqui, Flores y Paquiyauri serán testigos contra el resto de acusados. Las autoridades deberán brindarle la seguridad respectiva para que puedan indicar detalladamente, quienes, cuando, donde, como y por órdenes de quien, perpetraron los asesinatos que conmovieron a la sociedad peruana a inicios de la década de los noventa.

En las confesiones de los ex COLINA destacan nombres como: Santiago Martin Rivas, Vladimiro Montesinos, Nicolás Hermoza, Juan Rivero Lazo y Carlos Pichilingüe, quienes de una u otra forma participaron en los crímenes, sea como jefes, perpetradores o cómplices. A estos y al resto de desgraciados que suman 57 acusados por estos asesinatos (Fujimori lamentablemente no se encuentra entre ellos), les esperan sentencias de alrededor de 35 años de prisión para cada uno, por los delitos de asociación ilícita, homicidio calificado, secuestro agravado y desaparición forzada de personas.

COLINA no es como muchos opinan con inocencia o conveniencia -según sea el caso- sólo una herencia de la malévola dictadura fujimorista, COLINA es la consecución, perfeccionada y equipada de lo que fue el comando paramilitar RODRIGO FRANCO en el gobierno aprista. La conexión Agustín Mantilla (ex viceministro del Interior del gobierno de Alan García, que a fines de los ochenta salió a las calles del distrito de La Victoria con fusiles de largo alcance, para aplastar una marcha de familiares de presos políticos)- Montesinos. El dinero que recibió el dirigente aprista del ex asesor presidencial para su campaña electoral del año 2000 además, Mantilla hacía de mensajero desde Lima a Bogotá, entre Montesinos y Alan García, (el perseguidor y el perseguido) todo esto grabado en vladivideos que se proyectaron a nivel nacional. Por si no se recuerda, la llamada democracia electorera también produce este tipo de “héroes”.

Esperemos que este se el principio del fin de esta terrorífica banda paramilitar que incluso disfrutó de su ley de amnistía en 1995. Y que recibió el agradecimiento de los medios de prensa corporativos, que hoy se ”indignan” frente a los que antes llamaron servidores a la patria.

50 mil dólares vale un peruano pobre

El “libertador” Santiago Martin Rivas nos regaló una frase que parece extraída del archivo de los Próceres de la Independencia: “Si nosotros no hubiéramos hecho lo que teníamos que hacer, ahora no vivirían en democracia”. Pero lo que más resalta es esa aureola de heroísmo, ese olor a apostolado que caracteriza a nuestra ladronzuela clase política, ese: “lo hago por mi patria” o “lo hice por ustedes y lo haría otra ves si lo necesitara el país”.

Pues, que lejos del apostolado están las afirmaciones de Martin Rivas, como lo declaró a la justicia, su subordinado en el grupo paramilitar, Julio Chuqui Aguirre, quien confesó a las autoridades judiciales, que Vladimiro Montesinos Torres le obsequió a los agentes Nelson Carbajal García, Juan Supo Sánchez y a él mismo, la suma de 50 mil dólares (Los nombrados dirigían tres destacamentos de COLINA) por sus “servicios prestados a la nación” para la matanza de La Cantuta, donde ayudaron a la democracia a deshacerse de comunistas malévolos. En octubre de 1995, VMT los premio y quiso comprar su silencio, primero con un auto, pero como los aprendices de libertador -seguro- se sintieron ofendidos, Montesinos recurrió a su “caja chica” y les dio el billete grande. Más de diez años tuvieron que pasar para que los peruanos nos enterásemos que la vida de un estudiante, un profesor, un heladero o de cualquier peruano pobre vale 50 mil dólares, tan miserable como los asesinatos de COLINA.

Masacres de La Cantuta y Barrios Altos

Los húmedos arenales que rodean la carretera Lima-Cieneguilla fueron visitados al amanecer del jueves ocho de julio de 1993 por periodistas de la –entonces— combativa revista Sí, cargando el croquis de un cementerio clandestino descubierto por un reciclador de basura (desconocido ex guerrillero de los setentas).Olor nauseabundo, cuerpos calcinados, pedazos de huesos, los antropólogos forenzes lo revisaron todo, mientras, en el suelo se podía observar las huellas de más de una decena de botas militares. En uno de los cuerpos se encuentra la llave que abría uno de los dormitorios de la Universidad La Cantuta. Se confirmaron las sospechas, son los restos de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, quienes fueron secuestrados, torturados y asesinados (incinerados) en julio de 1992, por el escuadrón de la muerte autodenominado COLINA.

La historia que sigue es similar. El 3 de noviembre de 1991, en un solar de la cuadra ocho del jirón Huanta en Barrios Altos, Cercado de Lima, se celebraba una pollada, organizada por heladeros que residían en una vieja casona (estos eran acusados de ser integrantes del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso). Los COLINA ingresaron portando armas de largo alcance, con municiones hasta los dientes, sus silenciadores y la música a volumen alto -propia de toda fiesta- impidieron escuchar los más de un centenar de disparos que acabaron con la vida de quince personas entre ellos un niño de nueve años. No hubo equivocación en los asesinados como especula (sin fundamento) la prensa corporativa. El mismo Martin Rivas, jefe de los COLINA, lo confiesa en el libro Ojo por ojo del periodista Umbeto Jara. Esta masacre fue una venganza en la guerra de baja intensidad que el Estado iniciaba contra los militantes maoístas de Sendero Luminoso. Era la réplica del Gobierno fujimorista y los militares cleptócratas, luego del asesinato de la Guardia presidencial de los Húsares de Junín por parte de los comunistas. Era el inicio del nuevo orden, que duraría hasta el año dos mil.

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